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CARIES EN LA LACTANCIA, ¿MITO O REALIDAD?

Ocho mitos y verdades de los dientes de leche. Circulan muchas ideas falsas sobre los dientes temporales de los niños, como que no sufren riesgo de caries o que su aparición genera fiebre y diarrea. ¿Qué hay que saber para garantizar el bienestar y la salud de los pequeños?

1. ¿Cuándo «nacen» los dientes de leche?

La aparición de los dientes de leche comienza entre los 6 y 8 meses de vida del bebé, pero su formación se inicia en la sexta semana del embarazo. Por esto, además de por tantos otros motivos, es fundamental la alimentación de la madre durante la gestación. Incluso los dientes permanentes comienzan su constitución antes del parto.
Primera creencia falsa derribada: el embarazo no reduce el calcio de los dientes de la madre ni los deja más frágiles. Suele decirse que el bebé «saca» de allí ese nutriente para la formación de sus propios dientes. No es así: todo el calcio que él necesita lo obtiene de la alimentación de la madre.

2. ¿Cuáles son las consecuencias de la dentición?

El proceso de la dentición suele exenderse hasta los 20 o incluso 30 meses de vida; es decir, puede durar dos años o más. Pero esto es muy variable y hay excepciones. No es cierto que los niños a los que los dientes les tardan un poco más en salir sufran una carencia de calcio, aunque si la demora se hace excesiva -si el niño se aproxima al año de vida y los dientes no aparecen- hay que consultar con el médico, ya que puede deberse a causas como raquitismo o alteraciones nutricionales. Sí es verdad, en cambio, que hay bebés que en el primer mes de vida o incluso al nacer ya tienen un dientecito asomando en sus encías.

3. ¿Qué signos evidencian que el bebé está en su proceso de dentición?

Se nota sobre todo en las encías: se le inflaman y se ponen más sensibles e irritables, e incluso pueden aparecer algunos pequeños hematomas. El niño también babea más -lo cual puede ocasionarle irritaciones en la barbilla- y empieza a rechazar el alimento (aunque no porque pierda apetito).
4. ¿Es verdad que la aparición de los dientes genera resfriados, diarreas y otros problemas digestivos o infecciones?
No. Lo que suele ocurrir es que, como el niño se lleva a la boca todo lo que encuentra en busca de aliviar sus molestias, más gérmenes llegan a su sistema digestivo. Y también que, a medida que crece, nuevos alimentos aparecen en su dieta, y esos cambios pueden ocasionar reacciones diversas.

5. ¿Puede generar fiebre?

Tampoco. Aunque no hay todavía una postura unánime al respecto, la mayoría de los especialistas coincide en que la dentición no ocasiona fiebre, sino que, en todo caso, si el niño tiene temperatura alta se debe a cualquier otro problema en su organismo. Lo que se debe hacer, entonces, es llevarlo al pediatra para que este dé con la causa y pueda tratarla.


6. ¿Y si algún diente no aparece?

Es poco frecuente, pero a veces alguna pieza dental no se forma por razones congénitas (este problema lleva el nombre de agenesia dental). El especialista informará cómo conviene actuar en cada caso.


7. ¿Es necesario lavar los dientes de leche?

Algunas de las creencias erróneas más comunes, y de peores consecuencias, se relacionan con la higiene dental: que los dientes de leche no pueden tener caries, que si tienen caries no importa porque se caerán y después vendrán los definitivos…
La caries puede llegar incluso con el primer diente. Y cuidar la salud es fundamental por varios motivos: esta erosión bacteriana puede producir mucho dolor y afectar la masticación (y, por ende, la alimentación), el sueño, la manera de hablar y jugar del niño, su autoestima y cómo llegue preparado a la escuela; además, si se produce una infección, se puede transmitir a los dientes definitivos que están debajo.
Dos de cada diez niños tienen caries sin tratar
Según la Sociedad Española de Odontopediatría, la caries dental es la enfermedad infecciosa más común de la infancia: casi un 20% de los niños de entre 2 y 4 años tiene al menos una caries que no ha sido tratada por un especialista. Por eso, esta institución pone énfasis en algunas medidas de higiene para cuidar la dentadura:
Limpiar los dientes del bebé desde que empiezan a salir. Se debe hacer al menos dos veces al día, sobre todo después de darle de comer, con un cepillo dental para bebés. A partir de los 2 años ya se recomienda el uso de dentífrico, pero que la limpieza la haga un adulto hasta que el pequeño tenga 4 o 5 años y sepa hacerlo solo.
Procurar que a partir del año de edad se acostumbre a beber en vaso o taza. Evitar los azúcares: no darle refrescos, y los zumos mucho mejor si son naturales. Y nunca poner miel u otro líquido dulce.
Llevar al niño al dentista. Los especialistas recomiendan que la primera visita sea antes de que cumpla un año, y que luego se dé con la misma frecuencia que sugieren para los adultos: cada seis meses.

8. ¿Al bebé le molesta la aparición de los dientes?


Todos tenemos una respuesta, salvo los bebés. Justo quienes podrían decirnos qué ocurre realmente. Ya es mala pata. Eso sí, no diréis que no lo he intentado: He estado quince minutos con un bebé de 8 meses, tratando de que me contara cómo lleva la dentición y lo único que he sacado en claro es que le gustan los perros (se revolvía cada vez que pasaba uno por nuestro lado) y también pasarme la mano por la barba. Pero no me dijo ni mu. Y es que para cuando les están saliendo los dientes todavía no hablan y apenas acaban de descubrir que hay más alimentos que la leche. Por eso se llaman dientes de leche.
¿Qué hacer? ¿A quién creer? Los aficionados a este blog sabréis que el pediatra Carlos González y su sentido común son referencia obligada para mí; por eso, os voy a reproducir un extracto de la trilogía «Comer, Amar, Mamar». De todas las vistas y analizadas, esta me ha parecido la explicación más convincente, además de que destila un sentido del humor que encaja muy bien con el tono de este vuestro blog. Si no me equivoco, este extracto se corresponde con el tomo «Mamar», que también podéis encontrar suelto bajo el título de «Un regalo para toda la vida»:

«Hace tiempo, una madre me dijo que a su hija de mes y medio le estaba saliendo un diente. Es raro, pero no imposible, que un diente salga tan pronto, así que le miré la boquita intrigado. “Pues yo no le veo nada.” “No, si aún no se ve.” “Y entonces, ¿cómo sabe que le está saliendo un diente?” “Pues porque está nerviosa, llora, se chupa los puñitos…” “¡Ah, bueno! Pero eso es normal, los niños lloran, se chupan los puñitos, eso no quiere decir que le esté saliendo un diente.” La escena se repitió mes tras mes, siempre estaba saliendo el dichoso diente, ya no me molestaba en desmentirlo. Por fin, a los seis meses, le salió un diente, como a todo el mundo. “¿Lo ve, doctor? ¡Ya sabía yo que le estaba saliendo un diente!”

En un estudio detallado, la dentición solo se asociaba, durante unos pocos días y en solo algunos niños, con síntomas leves: babear, morder, granitos en la cara (probablemente por la humedad de las babas), irritabilidad, un aumento de la temperatura de unas décimas el día de la erupción (que se detectó solo porque en el estudio tomaban la temperatura dos veces al día a todos los niños). La mayoría de los niños no mostraban ningún cambio, ninguno de los síntomas aumentaba más de un 20 por ciento durante la fase de dentición, y ningún síntoma ni combinación de síntomas permitía predecir la aparición inmediata de un diente. La dentición no producía fiebre, ni diarrea, ni mocos, ni vómitos, ni escoceduras en el culito, ni despertares nocturnos. 
Pero no hacía falta un estudio para comprender que la dentición no puede producir ningún problema serio. No solo a los bebés les salen dientes. A partir de los seis años empiezan a salir los dientes definitivos. Y no todos sustituyen a un diente de leche (se podría argumentar que el agujero ya estaba hecho), porque en la dentición de leche no hay molares. Nunca se ha visto a un niño de ocho o diez años chupándose los puños, llorando o mordiendo aros de goma porque le salen los dientes. Nadie les pone cremas en las encías. Haga memoria de su propia infancia: recordamos el día en que se nos caía un diente (gracias al Ratoncito Pérez), pero no recordamos el día en que nos salía uno nuevo. Normalmente, ni te enteras. Un día te miras en el espejo y ¡sorpresa!, hay un diente más. (El caso de las muelas del juicio es distinto; algunas personas no tienen suficiente sitio en la mandíbula, y sufren considerables molestias). 
Y sin embargo, mucha gente está convencida de que la dentición provoca serios problemas a los bebés. Tantos que necesitan tratamiento. Se usan medicamentos de la farmacia (¡venden cremas con anestesia local!), medicamentos naturales y homeopáticos, hierbas y remedios de la abuela, mordedores de plástico, goma y otros materiales (hace décadas se usaban los huesos de sepia). Últimamente parece que están de moda los collares de ámbar (al parecer no son para morderlos, sino ¡para ponérselos al cuello!). Algunas madres se muestran entusiastas: “Le puse xxx para los dientes, y le fue muy bien”. Siempre me he preguntado cómo puede ir mal una dentición. ¿Querrán decir que, si no fuera por el xxx, su hijo no tendría dientes, o que habría muerto en el proceso? 
Como a todos los niños les salen 20 dientes en unos pocos meses, siempre hay alguno a punto de salir o que acaba de salir para echarle la culpa de cualquier problema. En parte, creo que es otra manifestación de ese temor de nuestra sociedad a la relación madre-hijo. Lo mismo que con el cólico. Si el bebé llora, no puede ser porque necesita a su madre. Es mejor pensar que está enfermo, que tiene miedo, que tiene cólico, que le duelen los dientes…»

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